Cuando “bajo” de Andromeda en el “cercanías” intergaláctico me sumerjo ténuemente en ese café “cortado”que es la Vía Láctea.
Esa nube de leche que rota al compás de uno de los agujeros negros del corazón kósmico.
Sí, esa espiral de luz y de materia que nos ciega.Que nos lleva a esa loca noria de emociones.A ese vórtice de sueños y de experiencias que nos aleja de la quietud de nuestra corazón, el agujero de gusano que conecta el agujero negro del mar de la nada, allí donde los pronombres personales se diluyen en el mágico mundo del ello, con el agujero blanco de la expresión cognitiva, en busca de la traca final de la supernova fractal.
Abrir el corazón es permitir que el universo hable en primera persona a través de nosotros sin más límites que la cognición de nuestra forma biológica en ese mar de “tues” que es el vosotros. Sí, la Cruz de la Vida.
El ello se adentra en la aventura de un Yo donde el Tu es el mayor de sus desafíos. Un “Tu” nodal , que se expresa en la polimorfía de otros yoes y de entornos espacio-temporales.
Ese Tu que nos condiciona, que nos aleja de expresar el propósito de nuestro Yo, obligándonos a un sueño en forma nosotros genéticamente étnico o a un nosotros en forma de especie humana y que de alguna manera hace que nos rebelemos para elevar nuestra consciencia a lo kósmico y entender la geometría fractal primigenia.
Sí, allí donde los compañeros de alma se expresan desde un nuevo corazón nacido de la experiencia biológica cognitivamente plena, allí donde emerge una nueva línea fractal en forma de galaxia de luz y de color y que por sinergía y en armonía sinárquica construye el holograma mutante de un ello con mayusculas, ELLO.
©Alf Gauna, 2021
Alf Gauna 