Como dos en la carretera.
Una estrella binaria está fuera de la cosmología fractal.
Viven absortos en su propia atracción, más allá de las ondas gravitacionales que emiten que quizá bañen el universo fractal con su consciencia post-turquesa.
Es una célula binaria. Un matrimonio sagrado con liminalidad propia. Una membrana que separa la identidad del We del It restante.
No, no hay yo. No, ni tú.
Es un trabajo dual por el nosotros, frente al ello.
Un ello impersonal que libera de culpas y de vergüenzas.
Cuando dejas de mirar fuera, solo piensas en nutrir lo de dentro.
No, no es narcisismo. No hay nadie fuera.
Solo tú y yo.
Solos en la carretera.
Camino de Andrómeda allí donde la energía es libre y gratuita.
Donde no hay tipos. Pues no hay que esperar ni iniciar simplemente ser.
Un ser desde el no dos. Un ser enriquecido desde el sueño dual.
Lo fractal es anodino, pues solo es un grafo de lo holográfico.
El sistema binario es un Hub, una Stargate a otras dimensiones, a otros universos.
Otras posibilidades emergentes más allá de la anodina evolución humana.
Otras leyes, otras físicas, otras direcciones kósmicas que viajan a otra naturaleza.
Allí donde no hay dios, donde no hay energía, solo materialidades sin espíritu.
Solo potenciales, nuevos universos sin culpa.
No hay Eros ni Tanatos. No hay vida. No hay carbono. No hace falta.
Busquemos el arca perdida del no encontrar.
Viajemos.
Al viajar despertamos lo dormido.
Da igual lo que sea.
Simplemente emerge.
A nadie importa. Porque no hay nadie.
Que vanidad el algo y el alguien.
Es lo que impide ver.
Que vanidad, la continua búsqueda de patrones.
Geometría intrínsecas en la nada. Qué absurdo.
Ajustar lo incognoscible a lo finito de un patrón. Más vanidad.
Viajemos.
Que el viaje no pare.
No hay destino.
Aunque paremos en Andrómeda a descansar.
Descansar para hacer el amor, eyacular supernovas, billones de neutrinos, que fertilicen la nada.
Allí donde no haya ni átomos ni moléculas ni vida.
Allí donde nuestros besos sean la única historia Kósmica.
© Alf Gauna, 2025.