Hay una agenda consciente, supuestamente volitiva, basado en la sempiterna, supuestamente too, causa-efecto.
Hay otra, again supuestamente inconsciente, basado en las serendipias y en las sincronias.
La liminalidad entre ambas, es como el filo de una navaja.
Como la cuchilla del patín del explorador kósmico.
Serendipias y sincronias son palabras definidas desde el asombro del incrédulo.
Sí, al igual que los que creen en la magía.
Cuando vives esa agenda, no hay ni magia ,ni sincronias, ni serendipias, solo presencia de lo que acontece.
Es el desfase entre tu presencia corporal y tu mente ausente, pérdida en el discurrir temporal, lo que distorsiona.
Es un aprendizaje de escuchar las señales corporales.
No hace falta cascarselas con eso de la autoridad interna del DH, de si tal o cual, es un mensaje orgánicamente holístico.
Un coctel de miedo, ansiedades e inquietudes que se expresan en inflamación y en su caso, supuración.
O en sus caso más extremo, cuando te ponen una especie de dead line celular, en forma de cancer.
Sí, es una agenda por niveles que aprieta hasta que escuchas.
No es cuestión de destino escrito, ni de propósito, sino una agenda que encamina.
Da igual que tengas el G definido o no.
Estos tópicos del DH hacen mucho daño.
Cuando vas haciendo un zoom out del ego, y te acercas al olimpo de los dioses que observan la vanidad humana, te haces presente del overview vital.
El fin del camino siempre es el mismo, aquella metáfora budista, “la gota que vuelve a la casa del océano.”
El destino final.
Estar presentes a esas señales ajenas al tiempo establece un feedback que marca esa agenda oculta.
Poco a poco aceptas, quizá te relajes y maybe fluyas.
O quizá no.
© Alf Gauna, 2025