Masificación

Desde lo del Covid, la gente ha abducido las ciudades.

Terrazas, comercios, parques, restaurantes, museos.

Un movimiento entrópico que, sin ellos mismos saberlo, aumenta el calentamiento global.

Curiosamente, es lo que toca.

Mucho calor para que la mutación del Rave acontezca.

Desde lo cosmológico, la vanidad humana queda en entredicho.

Los conspiranoicos se quedan sin película. Por eso no les interesa y arremeten contra ello.

No hay diferencia entre narcisistas y conspiranoicos: todos van de salvadores, unos de su propio ego y otros de un supuesto ego transpersonal, un transego.

La urbanidad —algo que creo que ya poca gente recuerda— hablaba de una ciudadanía solidaria, equilibrada, armónica.

El Estado, el Ayuntamiento, en las ciudades, en vías de un supuesto bien común superior, supuestamente urbanita, se ha convertido en una máquina inhumana de explotación de las masas borreguiles, a golpe recaudatorio.

Colas sin fin de personas indefensas, digitalmente analfabetas, intentando adaptarse al sistema para conseguir lo más básico para sobrevivir: empadronarse.

El propio sistema digital manipula con links que nunca dan citas, teléfonos sin operadores, y que, como en una loca lotería primitiva, te hacen pulsar números hasta que te cuelgan.

Un humano me dijo: “Llama de tal a tal hora, es el único momento en que realmente atienden”.

El capitalismo de derechas es lo mismo que el socialismo de izquierdas: unos con la utopía del crecimiento económico sin fin, otros víctimas de su propia ideología, que se rapiña en la riqueza y codicia de sus propios dirigentes.

El fascismo, el comunismo, las religiones fundamentalistas… todos llegaron a la misma conclusión: el exterminio. Las causas que lo justifican no importan, solo el efecto: la reducción de la población por insostenible.

Supongo que se me malinterpretará —pues mostrar no es lo mismo que apoyar lo que se describe—, pero la profecía de Ra Uru Hu ya deja entrever que, para cuando encarne el Dog, allá por 2084, la disminución de la población será más que evidente. Y maybe la IA será privilegio de cuatro gatos, pues Internet habrá colapsado por falta de energía suficiente para mantener los servidores a nivel global.

Nunca entendí lo de poseer oro y joyas como fuente de riqueza. Siempre me pareció cosa de barracudas, esos peces que van hacia lo dorado.

Pero por lo visto… nos mueve eso del Gollum de El Señor de los Anillos: “mi tesoooroo”.

¿Será porque solo las supernovas o la colisión de dos estrellas de neutrones lo producen?

Las estrellas, cuando llegan al hierro, mueren. Allí donde el equilibrio se establece.

El monolito de Arthur C. Clarke, como alegoría de la evolución cósmica, debería ser de hierro, no de oro: la vanidad humana. Allí donde todo lo que gira se detiene. Donde emerge la quietud.

Allí, como decía Ra Uru Hu:

First Law: Nothing enclosed can be permanently contained.
Second Law: No attraction can be permanently maintained.

Y vuelta a empezar.

© Alf Gauna, 2025

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