Frescor.
Fa, el frescor salvaje de los limones del Caribe. Una colonia de mi juventud. Después de la ducha, ¡zas! , apretaba el envase de plástico y me rociaba.
Sí, también había gel….y desodorante.
Combatía la peste del Wa casero. Los que hemos crecido en un Wa nunca hemos sentido familia, nunca hemos sentido penta. Mucho menos tribu. Sin organización consciente, pues los patriarcas estaban más confundidos que los descendientes, era una especie de Titanic, un sálvese quién pueda.
Con una mayoría proyectora y en manos de una manifestadora emocional vilipendiada el coctel de desilusión, frustración, ira y amargura era el pan de cada día.
El niñito proyector hablaba con la virgen para huir del asunto y soñar viendo “una docena de hijos” , “tuyos, míos, nuestros” o la “tribu de los Bradley”. Vivir en una casa con dos o tres plantas donde todo funcionaba con disciplina militar, la única manera que funcione un wa.

Muchos años intentando quimeras cinematográficas confluyeron en el despertar de la oveja negra. Aceptar que las mecánicas transaúricas son a lo Frank Sinatra “in its way”. Es un no choice físico energético que la emoción individual nada puede hacer.
El abuelo repudiado, por putero y adultero, vivía en la “Galia” asturiana en la soledad de su castillo republicano y que como buen comandante militar reclutaba comunistas como siervas domésticas. Da igual ser republicano o monarquico , todos explotan por igual.
Su castillo era el arquetipo de la unidad familiar. Al final se convirtió en una lucha por su posesión. En la salita de lectura de entrada al cuarto del abuelo, algún loco se le ocurrió la feliz idea de pone un retrato de la abuela y del abuelo, separados después de 10 hijos, 10 años después del primer coito. Lo curioso es que entre ambos cuadros había un par de escopetas de caza. Sí, se miraban de reojillo, “porsi”.
Soy un Tauro de 9 centros. Odio la comida, soy nómada, no tengo ni dinero ni patrimonio ni jubilación, todo un reto para el pasado astrológico del Tauro de 7 centros. Eso sí, mi sol de diseño es la puerta 30, si miras bien en mis hijos, verás un lobo lunar.
Siempre buscas un casa. Había una pelí de Disney de aventuras creo que se llamaba “La Isla del Fin del Mundo”, la veía con mi padre en sus últimos días de amputado diabético, donde en una escena miraban desde un globo a un grupo de ballenas que se dirigían a esa isla donde morían varadas, “una especie de cementerio de ballenas”.

Sí, la expresión “no tenía donde caerse muerto” siempre me recuerda a Mozart, que acabo con sus huesos en una fosa común después de ser recogido de una cuneta, ya sabes si vives en la miseria mueres en la miseria, por muy genio que seas.

Sí, la genialidad no significa nada. Aunque ahora lo arreglen post-mortem, como siempre.

Ya sabes el Wa quiere productividad, que encajes útilmente en el sistema, you know a lo Obama, “We Can”.

La familia , penta, simplemente que obedezcas la cultura tribal, you know, a lo Trump, “family first”. Aunque sean una panda de mafiosos asesinos.

A la oveja negra solo le queda el autodescubrimiento y la resilencia para sobrevivir sin chupar pollas o comer coños.
Hereje, rebelde, friki, rarito, ya sabes, eso de “olvídate no tiene solución”, loco y un largo etcétera.
La consciencia individual es la base para mutar la manada en ente cognitivo. Quimera para el Diseño Humano que ya nos alerta del apocalipsis zombie que se adviene.
Siempre hablo de pequeños nichos de variables independientes cognitivas que convivan en paz y en armonía con su diferencia tonal dependiente.

Por soñar que no quede. No es esperanza es necesidad.

Mientras seguimos montados en la ruleta rusa de la WaWa del sistema.
©Alf Gauna, 2024