Mi experiencia con los proyectores a los que he acompañado en mentorías —y con mi propia vida— es que el proyector vive las experiencias de manera más traumática, sobre todo cuando es niño o si es mujer, debido a la gran cantidad de abusos recibidos por parte de una sociedad estratégica y patriarcal.
Estos traumas quedan grabados a nivel celular, alargando el proceso de descondicionamiento y de reconocimiento por parte del otro.
Es importante distinguir cuándo esas experiencias han sido integradas corporalmente y cuándo solo han sido gestionadas a nivel mental o emocional —que es lo que ocurre en la gran mayoría de los casos. Generalmente, las enfermedades graves o crónicas, los procesos continuados de ansiedad o depresión, o las conductas elusivas de la realidad son señales de esa falta de integración corporal.
Al final tenemos dos velos, dos muros que protegen nuestras heridas físicas y celulares: uno mental y otro emocional.
Sin limpiar esas dos capas, es difícil ver con claridad la amargura propia del no reconocimiento del proyector, y aún menos tener claro qué es eso del “éxito”.
Aquí es donde el Diseño Humano patina estrepitosamente. De nada sirve la supuesta magia iniciadora de una lectura, ni seguir la milonga de la estrategia y la autoridad.
Despertemos: estos tips mentales del DH para los proyectores no sirven si no comienzas, antes de preguntarte quién coño es el otro, por limpiar la miopía de tus propias heridas.
Hay un proceso —en el que yo acompaño— que comienza con un despertar previo (que los proyectores suelen tener), seguido de una limpieza y aceptación de sombras y heridas, un proceso de crecimiento e identificación de los propios dones y poderes, y por último, la salida al ruedo de la vida, de manera orgánica y con el corazón abierto.
En ese proceso de identificación hay algo muy importante: es el momento en que comienzas a comprender que tu amargura no es consecuencia de tus heridas biográficas o transgeneracionales-epigenéticas, sino del hecho de que tus dones no están siendo reconocidos de manera holística e integral.
Por eso es esencial reconocer algo básico: cómo fluye esa amargura por nuestro cuerpo y cómo explota en la superficie —de forma más o menos violenta, más o menos rápida.
Nuestra carta de diseño es mucho más que un mapa de cómo fluye la energía en el cuerpo: también muestra cómo fluyen los sentimientos, las intuiciones, la bioquímica… en general, todo tipo de información y cómo esta llega (o no) a manifestarse.
Como proyectores, debemos ser conscientes de cómo fluye esa información y de cómo cuatro factores importantes alteran ese flujo:
- El otro
- El entorno
- El programa de neutrinos
- Nuestro nivel de consciencia y vibración
Ser consciente de todo esto nos permite, en primer lugar, relajarnos y ver la película de la vida de manera menos personal y volitiva; y en segundo lugar, disolver la maldita culpa que tantas veces nos inmoviliza.
Por ello, es importante el tip de la Definición, ya que nos muestra la dinámica del flujo de información en nuestro cuerpo.
En este mismo camino de crecimiento y autognosis, comienzas a aceptar algo muy, muy difícil: el éxito no tiene nada que ver con lo que la mente homogeneizada entiende.
El éxito es una forma de prosperidad que permite un cash flow acorde con la expresión orgánica de tus dones. No tiene que ver con riqueza ni abundancia, sino con equilibrio justo, con homeostasis.
Por otro lado, es evidente que encajar en el sistema estratégico de siete centros requiere no solo las mecánicas correctas de nuestro ser, sino también, a veces, el uso del No-Ser.
Según el sesgo de cada uno, puedes llamarlo la sabiduría de tus centros no definidos, de tus puertas puente… o también podrías llamarlo manipulación.
La Escuela de Proyectores se interesa por ti, por tu vida —no solo para que entiendas lo que significa tu Tipo.
© Alf Gauna, 2025
Quiero estar allí.
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