Spotify me ha sumergido, en modo “impro”, en lo romántico.
Velado por lo estratégico de la supervivencia, emerge amodiño en mis dormidas células.
El Chopin que hay en ellas, aletargadas por las circunstancias, despierta al son de los besos de los acordes musicales.
Cada nota lame mi piel; mi bioquímica comienza a fluir.
Bioquímica que despierta la amígdala del recuerdo, soslayando la corrección funcional de lo cortical.
Muerto el neocórtex, me dejo llevar.
Compases de pasiones, de deseos insatisfechos, de iras contenidas, de amarguras eternas, de desilusiones anquilosantes, de sueños interruptus y de amores imposibles.
La esperanza del cariño, el anhelo de la caricia, el juego bucal y lingual de los besos, la caricia clitomaníaca, la penetración digital en busca del líquido de la vida, el abrazo dual que busca el no-dos… un largo etcétera de sensaciones, de aprehensiones kósmicas.
Dibujar orgasmos en el cielo con una misma piel.
En la coda, el romanticismo muere.
El neocórtex emerge, domando a los cuatro jinetes del Apocalipsis de la distancia.
© Alf Gauna, 2025