Como es arriba, es abajo.
Todo llega desde el espacio.
El alma se encarna.
Milongas.
Si miras y eres consciente de lo que ves,
¿ya te eriges en protagonista?
Hay un Ring Pass Not que me da que ya es inamovible para lo que queda de aventura humana.
Ese espacio, ese campo fuente, con esas gargantúas de black holes y white holes, las bocas de dios.
Los pronombres personales son la primera vanidad humana; el propio lenguaje lo es.
Tiene sentido narrar en tercera persona, pero como it.
Narrar experiencias, procesos, sin protagonistas.
Relaciones entre materia que crean más materia o espacio.
Eventos relacionales que, estocásticamente, polimorfizan, creando una forma con capacidad cognoscible gracias al feedback del darse cuenta.
Darse cuenta —ser consciente, si quieres— no implica jerarquía, solo una subrutina de retroalimentación.
Narrar con lenguaje no implica semántica.
La semántica es otro Narciso humano.
El lenguaje solo debería ser música:
melodías resonantes o disonantes, creadoras de cognición o de espacio.
Los curas científicos, tanto esotéricos como exotéricos, terminan divinizando, nombrando la cosa: sea vacío cuántico, sea energía, sea conciencia.
La vanidad de nombrar.
Todos hablan de dios eufemizando.
El espacio, como no se conoce, es el nuevo dios.
Ese Ring Pass Not que nunca se resolverá.
Porque,
¿sabes?
No es fuente: emerge en el proceso.
El éter primigenio da igual, aunque lo busquen allí como motor de curvatura para huir de esta Gaia ahogada por nuestra vanidad.
Esquizofrenia de la mortalidad del carbono.
© Alf Gauna, 2025