Don Carlos

Decía Miguelito Bosé el otro día que sus padres se encontraron para joderse la vida mútuamente.

Bueno eso es la esencia del Karma.

Nuestros progenitores, usando el lenguaje bolivariano inclusivo que el poder actual aconseja amenazando, moldean con sus experiencias la epigenética de sus descendientes.

Si vas sumando fuentes de condicionamiento queda poquito espacio para la libertad, para el libre albedrío. El Dharma, ese supuesto camino único y diferenciado para expresar y desenvolver nuestra misión cincelada en la alta frecuencia de nuestro ADN, queda en mera utopía o para 4 gatos.

La disyuntiva es el karma o pasarte toda la vida identificando en miles de señales el dharma. Cuando te das cuenta y como decía Julito Iglesias…”te olvidas de vivir”.

Cuando maduras , al final, te das cuenta que todo es una trampa de la mente para sobrevivir a una vida anodina.

Orwell y Huxley, con su 1984 y su Mundo Feliz, describieron con triste exactitud, ese mixing de mundo controlado por unos pocos que mediante un ocio, a modo de psicotrópico, nos lleva a esa vida condicionada y homogeneizada fuente de la explotación capitalista o socialista.

Ayer, me movía por la city madrileña, en un alarde, para mi heroico, motivado por el karma del morbo epigenético transgeneracional, emergió, algo que no aunque no era nuevo, por anteriores intentos, la magia del sueño de un Dharma sanador de los vínculos anquilosados en paradigmas resecos egoicos de primer grado. Todo está bien, uso palabras para que entiendan unos pocos. You know, un 2/4 comunica para esos 4 gatos.

Don Carlos, mi padre o progenitor que puso los espermatozoides para que uno de ellos encontrará el óvulo de mi progenitora y fuera fecundado, sin la ayuda mamporrera de la reproducción asistida sino con la simple energía del Big Bang del “polvo” o coito habitual, me abstrajo toda la tarde de mi compañía para dirigir mi mirada como testigo excepcional de cómo mi cuerpo biológico vivía la experiencia que acontecía.

La magía de la serendipia estableció el escenario y los personajes necesarios para desarrollar el pequeño vodevil kármico en busca de un final dhármico sanador.

Algo un inciso para describir el escenario. Madrid es una locura. ya escribí anteriormente en el blog sobre el shock traumático postpandemia, ayer volví a tomar su temperatura que junto al retorno solar de este año que lo exarceba, la gente se mueve tribalmente como si no hubiera un mañana. Grupos y grupos de gente intergeneracional pululando sin rumbo o peleando por una de las miles de mesas de los bares o restaurantes de la ciudad.

Gracias a dios mi sensibilidad psíquica se equilibra cuando el número de viandantes supera 81. Un pozo genético.

Aún así mi sensibilidad sonora complica la gestión relacional y nutricional.

Todo las posibles fuentes de distorsión se diluyeron cuando me subí al lomo del corcel blanco del espíritu de Don Carlos y juntos observamos lo que pasó.

Fue un viaje apasionante ver cómo no había personas sino una coreografía de hologramas que interactuaban fractalmente en líneas kármicas y cómo una incipiente y tímida línea dharmica emergía de la mesa donde estaba mi cuerpo.

La serendipia Intentaba fundir las líneas kármicas de los participantes de la experiencia en un nuevo camino pero , como siempre, los distintos árboles se resistían. Aún así , una pequeña luz emergió y un tímido “quizá” se vislumbró a lo Cocon.

La mente cogió la lucecita y jugó con ella pintando un mundo de nunca jamás lleno de ilusión y fantasía.

En la embriagada noche. la lucecita, a modo de peluche “Gusy Luz”, alumbró el sueño de un nuevo árbol, de ese nuevo camino que Don Carlos alumbró importando lamparas repletas de filamentos que coloreaban la anodina vida de la España de los 60.

Va por ti, Don Carlos y , of course, por ellas.

©Alf Gauna, 2023