Suena la música en el amanecer de mi alma.
Las gotas del rocío empapan como un colirio de consciencia mis ojos adormecidos.
El sol despierta las siluetas de las montañas, a modo de pencil en el ipad de mi ventana
Mi CPU kósmica intenta coordinar pequeños bits de emociones en un sentimiento diario de asombro al reconocer que el testigo es, siempre e irremediablemente, DasEin.
Los neutrinos levogiros queman mi nuca llevando a mi mente a la ebullición silenciosa de mi creatividad.
Escupo antineutrinos dextrogiros en una melodía, casi armoniosa, de clicks y de clacks en el teclado de mi corazón.
Con sorpresa, observo, delante de mi, una serie de caracteres que se enlazan en una sinfonía de semánticas absurdas para la lógica, la métrica y el canon poético.
En un escéptico despertar lo abstracto muta en sentimientos encontrados de anhelos prohibidos.
Es en una especie de big bang postmetafísico cuando mi mente entra en acción y el mundo “bretoniano” surrealista de la conexión cósmica se diluye entre el dolor de ir a cagar, desayunar, llorar la biología del frio o del calor o, sin más, copiar esto en wordpress a modo de pasquín del aroma de mi Ser, sí, por qué no, un eructo narcisista de soledad y de incomprensión al ver lo que nadie puede.
© Alf Gauna, 2019
Alf Gauna 