No creo en el amor. Por eso hablo tanto de él.
Tampoco, creo en díos y por eso solo hablo de la manifestación kósmica de todas sus formas.
Me gusta mucho hablar de lo que siento que no existe.
Realmente, ahí fuera, no existe nada.
Ese telescopio nuevo que han puesto en órbita está enviando imágenes más nítidas de lo que supuestamente hay ahí fuera.
No veo ni a dios ni veo amor.
Veo movimiento, veo atracción, veo repulsión.
Veo luz, veo color, veo sombras y escucho algo.
Bueno si eres conspiranoico quizá las “pictures” las pinten los técnicos de la Nasa.
Con lo cual ahí fuera sólo hay la lúgubre oscuridad de la nada vacía.
No importa, hay gente que dice que esa nada está llena de todo.
Siempre, aparece dios, aunque sea de forma científicamente sofisticada.
Y por lo visto, esa nada, a modo de dios, fluctúa en infinitas oscilaciones cuánticas de voxeles esféricos de cuantos espacio temporales y que en su giro surge la erótica toroidal del amor manifestado, un sueño en forma de agujeros de gusano que establece puentes Eistein-Rosen entre la dualidad de la luz del white hole y de la sombra del black hole…
Y, zas, nuevamente en el punto de partida:
dios y amor.
Y ,yo, así, puedo seguir hablando de lo que no creo y de lo que no existe.
Ayudar al otro a que exista en plenitud y sea consciente de su pertenencia óntica, es despertarle al hecho kósmico del amor y de dios.
Ese mágico momento en que la creencia se convierte en fusión mística con el cuerpo vacío de la nada no dos.
Allí donde dios y amor se confunden en la disolución de la magia tóxica de tu yo soñador.
Te olvidas de amar y dejas de buscar a dios.
Eres amor.
Eres dios.
Y tu amada es tuya para siempre.
©Alf Gauna , 2022
Alf Gauna 