Ya lo decía Galileo con la boca pequeña: “eppur si muove”,
cuando abdicó de su sistema Heliocéntrico ante el Sistema representado por la Inquisición en esos momentos que despega la cruz de la planificación y la ciencia con el invento del telescopio de principios del siglo XVII ( 1600…)

Todo se mueve. Nosotros también.
Y al movernos seguimos una trayectoria sujeta a la acción de nuestra fuerza vital cincelada en nuestro adn y que emerge desde las profundidades inconscientes de nuestra cognición en la superficie mecánica de nuestro vehículo, nuestro cuerpo.

Esta trayectoria claramente marcada lucha con la fuerza de rozamiento de la homogeneización y del condicionamiento, una especie de thermomix kósmica que pretende llevarnos todos al mismo lugar siguiendo todos el mismo camino del No Ser.

Ese vórtice, ese torbellino, ese huracán nos hace girar y trasladarnos todos por igual. Hasta que no somos capaces de salir del tornado y situarnos en su centro, allí donde la fuerza de rozamiento es cero, no podemos comenzar a corregir la trayectoria y colocarnos en nuestro movimiento kósmico y biológico experiencial correcto.
Sí, no es moral , pues no es ni bueno ni malo, simplemente coherente con nuestra programación individual kósmica, seguir la trayectoria correcta que tu sistema de navegación interna te marca evitando el ruido exterior que intenta distorsionarla.
La eterna lucha entre liberalismo

y comunismo,

entre individuo y colectivo no tiene solución desde dentro del torbellino sino desde la individuación y el encuentro fractal por resonancia entre individualidades. Lo colectivo emergerá estocásticamente de la holografía y holoarquía fractal.
Sí, nosotros no tenemos que preocuparnos por lo colectivo, sólo preocuparnos de nuestra coherencia interna y seguir las instrucciones para que por resonancia encontremos nuestro fractal. Allí nuestro vehículo ejercerá con su presencia (diamante) esa acción mutante (Marte de 9 centros y sus diagonales) que ayudará a otros a salir del huracán homogeneizador y lograr que el propio tripulante sea mutado con la experiencias correctas.
Pulimos los cristales de conciencia con nuestra coherencia mutante marciana y los limpiamos de la grasa mundana.
Quizá la mayor fuerza de rozamiento que nos impide ser coherente con nuestro Dharma sean las relaciones. Esas parejas que nacen fruto del imperativo genético, transgeneracional, cultural y social y que, por alguna causa son capaces de sumergirse en esta búsqueda de la trayectoria correcta, tienen que luchar con ese terrible condicionamiento, más si llevan muchos años de relación e hijos por medio y, más aún, si son jóvenes.
Sí, nadie se fija en esos nodos que marcan nuestra trayectoria, nadie se fija en su perfil para darse cuenta de los distinto trajes que tiene cada uno, un 2/4 que viaje en su nave correctamente tan a gustito tiene que esperar a que un meteorito 1/3 choque con su nave, o que un 4/6 baje de la cabina de arriba, o que un 5/1 quiera algo de él, cuando, realmente necesita a alguien en casa que lo necesite. Sí, tampoco nadie tiene en cuenta sus motivaciones y la necesidad es la más potente de todas, pues el color de la homogeneización, y si encima esa necesidad es emocional, se encuentra con bazos estratégicos que sólo quieren algo práctico. Ya no te digo si te fijas en los circuitos y surgen esas dualidades individualidad – colectivo, falta de apoyo tribal o no sentir a esa persona llena de canales de integración. La lista es muy larga, el tipo, las autoridades, la variable independiente. No, no es fácil.
Quizá la mayor complicación es la diferencia de tiempos para recorrer ese camino mixto de descondicionamiento y de búsqueda de corrección. Sí, es cuando alguno de los dos comienza a darse cuenta de que quizá estemos solos en el espacio y que ese movimiento y esa fractalidad sólo es un intercambio de energía (autoridad externa) por resonancia que tiene unas leyes de intercambio precisadas por la caja luna y planetaria y que quizá no estés con la persona correcta y haya que seguir caminos diferentes.
La energía que se desprende de la ruptura depende de los niveles de conciencia de cada uno y de aceptar que la vida marca los tiempos para esa ruptura, nunca, nunca, es cuestión de volición. No, nadie elige el momento, incluso, quizá, no venga pues, quizá, no ocurra en esta encarnación. Sí, todo quizá. Pero esa capacidad para apercibir, respetar y aceptar, es algo que por sí solo ya es una señal de diferenciación.
Respetar los tiempos casi siempre lleva a la soledad y a enfrentarte diariamente a la muerte biológica, la esencia de la vida kósmica.
©Alf Gauna, 2022