No creo en dios.
Tampoco creo en el hombre.
No creo en dios como ese constructo mental creado por el hombre.
No creo en el hombre cómo centro de la Gran Historia.
Tampoco creo en un universo como conciencia.
No creo en la metafísica. Ni en el espíritu. Ni en el alma.
No creo ni en el yo-i, ni en el tu-you y ni en el nosotros-we, creo en un ello-it que sueña en Gaia al juego del ellos-its.
Lo integral, eso de que la realidad emerge en la cuadrivia wilberiana , no deja de ser un sueño premonitorio de la paja mental de un futuro punto omega emergente.
Curiosamente ante tanta incredulidad, lo que creo es más mágico e increible que cualquier dios todopoderoso.
Creo en una naturaleza física, inconsciente y sin intención, que evoluciona y que la biología, cómo paréntesis kósmico, le ha ayudado a autoreconocerse mediante el desarrollo de la cognición en los seres vivos de Gaia.
No hay una Big History centrada en el hombre, hay una Gran Historia de dios. Donde dios es un mar(dejemos para otra entrada la disyuntiva energía-materia) de quarks (llámalo protón, preón, Planck Spherical Units PSU, cuerdas, etc) que rota como un it sin intención y que de la magia del azar de los infinitos multiversos de quarks emerge un sueño evolutivo dual quark-electrón hacía ese punto omega donde el it-antineutrino se convierte en bit-neutrino basado en el juego de la rotación, orbitación y precesión de la atracción y la repulsión y, así, los bits se conviertan en los bytes para que un futuro universo-dios-omega “berree cuando el universo rompa aguas”
Veo que esos proyectos de Gran Historia, aún siendo un interesante paso adelante, siguen centrándose en el hombre y no en el universo-dios-omega.
La estrategia dejó mi vida ya hace unos años, pero a veces mi mente, se encabrona y me pregunta, ¿pero no verán que somos un suspiro kósmico? y me entran ganas de escribir un libro.
Luego llega la cordura de mi cuerpo receptivo que me dice, bueno ya si eso, empiezo, mañaaanaaa.
©Alf Gauna, 2020