Mancillas
mi cuerpo
con rosas de
espinas ,
púrpura
y doradas,
de infancias dormidas.
Mamá!,
estoy solo,
tengo miedo,
él viene ávido,
temeroso
de la sombra familiar.
Mamá!
protégeme en tu
seno lleno de compasión
y de amores límbicos.
Reptiles biológicos
henchidos de instintos
víles y terrenales.
Suenan
las trompetas del ayer,
en un oído angustiado,
por reconocer que Dios
llama a tu mente para
que comience la labor de
limpiar y acompañar
al desvalido en su tránsito
al espíritu divino.
Madre,
guíame y hazme
comprender que
este miedo
que me acompaña
es sólo la consciencia
comprendiendo el
vacío de la forma
evolucionando eternamente
sin fin hacia ti,
mi amor.
Loado sea tu nombre
que, esotéricamente,
ha comprendido
el bien de mi forma
como camino
espiritual vital
de vida y de amor.
Ayudando sin fin
a comprender
la vida de sufrimiento y
la mecánica
de los desarraigados
en el espíritu.
Envilecidos
por la materia
y el deseo
de poseer
lo que no hay,
lo que no es.
Canto y alabo
sin rencor
la vida recurrente
de elohims y
de ángeles
custodios.
Octava tras octava,
redimo el sonido
de mi cabeza, expandiendo
la virtud de la virgen en
vibraciones infinitas,
que se amoldan,
como diapasón kósmico,
al resorte kármico
del pasado,
presente
y futuro
de un ayer dormido
en tu seno de amor.
Alabo
y asesino,
eyaculo
y
orino,
el miedo
a ese
entorno injusto
que me acompaña.
©Alf Gauna, 2020