Eso parece.
En mi dulce morgue,
los cristales de conciencia,
desencarnados,
bailan
el vals de la resonancia
de color.
Musitan sobre
frustraciones egóicas,
amarguras paranoicas
de éxitos absurdos,
desilusiones relacionales o
de iras transgeneracionales.
Mis células vibran
a la sombra del
purgatorio de sus pecados.
Mi mente habita el limbo
de la indiferencia cómo
manta protector.
La abuela chamana canta
la revolución anticapitalista.
La madre suicida,
en el trágico epílogo
del artista olvidado,
reclama atención.
Tecleo sin rumbo.
Me exigen en el astral,
en lo físico evoluciona
la anodina espera de
la convulsa
nada activa.
Siento que escribir
es un bálsamo redentor
de sublimes acciones
físicas inactivas.
La semiótica absurda
acaricia la pantalla
a modo de pincel
que murmura trazos
de óleos marchitos
en verjurados infinitos.
La música acompaña
la bioquímica kósmica
encarnada en un
humilde siervo
que elabora
la mágica receta
de la poesía
surrealista.
Escultura
per se.
©Alf Gauna, 2022