Se habla
mucho
de amor.
Unos demasiado
metafísicamente,
otros, algo así,
como demasiado
bioquímicamente.
El afecto es un deja vu
de pertenencia óntica,
de fractal compartido,
de experiencias unitivas,
de honor kósmico,
pura física vibracional.
Todas las
formas de sentir
distintas
se subliman como
únicas, cuando
las tamizamos
con nuestro
cuerpo.
En un primer
momento
no hay lugar
para la empatía.
Es un narcisismo
bioquímico
en el ahora,
que muta
en frecuencia
propia,
con el cómplice
silencio
de la corteza
frontal.
El afecto
es sentir
el calor
celular del otro.
Es una medida
física
real.
No, no es
bioquímica.
Es
la entropía
molecular
holística
en la simbiosis
cuánticas
de nuestras
presencias.
El cuerpo
llora
liberando
la tensión
de la eterna
búsqueda
de pertenencia
y reconocimiento.
Bañemonos
juntos
en
esa piscina
cuya agua
unitiva
despiertan
nuestros
afectos
komunes.
Allí donde la
mente se
diluye
con el cloro
del beso,
la caricia,
y la
eterna
nutrición.
Allí donde
nuestros
yoes
se ahogan
en el aroma,
en el sabor,
en la pasión,
del
“tu&yo”.
©Alf Gauna, 2023