No sé
que son.
No te
digo
que
me gustaría.
Pero
tengo
pocos
dulces
recuerdos.
Me ha tocado
comerme
el dolor de
los demás.
No, no vengas
tocándome
los cojones
con que
son distorsiones
mías.
No soporto
esos que te vienen
a solucionar,
o los que ven
que sólo hay
optimismo.
La consciencia
evoluciona
desde el dolor.
El placer es un impass
entre sufrimientos.
Unos más largos
otros más cortos.
SI tu fractal
es el de lo guay
,disfrútalo,
pero no
me traigas esperanzas.
Al final, esa caída,
que siempre llega,
es más dura desde
ese mundo de Yupilandia.
Papa, copiaba a
Velazquez,
su cristo.
Yo lo miraba
de pequeño
y sólo veía
la llaga sangrante
de su costado.
El romano
cabrón, que,
cómo
el puntillero
de la tauromaquía,
remataba la tarea
de la crucifixión
sistémica.
La sangre
mutaba
a hiel.
Al sinsabor
de no ser
reconocida
la labor
de transmutación.
El rojo pasión
amarilleaba
de incomprensión.
A lo lejos,
Don Carlos,
canturreaba,
“una mañana
de mayo”
mientras dilataba
el esfinter
para depositar
en su letrina
con ruedas,
la esencia
biológica
de la vida.
Agrios
recuerdos
que sólo
la alquimia
de los besos
es capaz de
mutar
y “metadonear”
la virtual magia
de un mundo
de ilusión
y fantasía.
Un ágave
que endulza
la mierda
depositada
en el hipocampo
de mi memoria
en la breve
humedad
del contacto
de tus labios
en los míos.
©Alf Gauna, 2023