Sí, todo es perfecto aunque duela.
Para nuestro “yo chiquito” no deja de ser una putada, pero, en verdad, poco o nada podemos hacer ante este viaje impersonal que es la vida.
La culpa es la peor de las vanidades. Sentirnos culpables es la mayor de las mierdas del ego. Es creer que podemos hacer algo y que encima no lo hemos hecho por voluntad propia, o culpando al inconsciente.
El pecado no existe, sólo peca la vida, ese inconsciente que no tiene moral, ese kosmos que se la suda el bien y el mal terrestre consensuado desde la esquizofrenia de una especie zombie en extinción.
Perdonarnos es simplemente aceptar que no “tenemos vela en este entierro” que es la vida.
Aceptar es sinónimo de libertad.
La libertad de mirar el paisaje de la vida a vista de pájaro.
Vivir con el corazón abierto es el motor para sentir con libertad el placer o el dolor de la experiencia.
La humildad de nuestro honor kósmico.
©Alf Gauna, 2020