Besos

Me confunden

tus besos.


En mi primera

y última comunión

mi boca y mi lengua

estaban infectadas

de aftas y

de llagas.


Mi cuerpo de demonio

trasvestido de marinerito

angelical convulsionaba

ante el condicionamiento

cultural.


Recibí la hostía

y mi primer premio

fue mirar a mi familia

como se tragaba la tarta y el

puto helado en mi honor.


Sí, tengo derecho al trauma.


Ese ángel caído, ese cristo crucificado

boca abajo, esa triple activación 19.5

ha sacrificado al demonio, al hombre lobo

que llevo dentro

en pos de no se que

milonga en busca del arca perdida

de un incierto corazón abierto.


Quiero comer tu higado,

a modo de hostia kósmica,

beber tu vino eyaculado

en el santo grial,

tu sangre de

extraterrestre

galáctica.


Quiero ser tu templario,

el guardián de los Sinclair,

los descendientes de

María Magdalena,

la única virgen impura que

conoció el cuerpo de cristo.


Pero recuerda que

si me sigues besando

arderás en el fuego

de la pasión y

del placer

eterno.


Y nuestros cuerpos,

de lobos esteparios,

viajaran sin rumbo

en el bosque

de la soledad,

buscando la

carne fresca

de ovejas negras

descarriadas.


Para engullirlas.

Para salvarlas.

Para que,

al fin,

renazcan

en el pecado

de su diferencia.


©Alf Gauna, 2022

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