Una amiga me había mandado hacer un recado al centro de Madrid.
Después, había quedado en la Plaza de Callao, pero como buen proyector, lo hago todo siempre con tiempo, quizá demasiado, y me tocó esperar un buen rato.
No me encontraba bien, mi hipocampo encogido no gestionaba el ir y venir multicultural, políglota de la gente. Escondido en una esquina del cine Callao miraba con asombro como el motor homogeneizador del Wa movía a la masa según sus intereses materiales.
Al lado tenía, un señor todo trajeado, olía bien, unos 75 años, bajito, como los de antes, sí, a lo Paco Martinez Soria. Le sentía nervioso.
Al rato , salió del metro una señora toda pizpireta, debía ser de la misma quinta que el dandi que estaba a mi lado, bien maquillada, unas gafas que le resaltaban los ojos, no la llegué a oler, pues el caballero avanzó hacía ella con determinación.
Eran de la misma altura, con lo cual el beso apasionado que se dieron en los morros fue armonioso, natural, bello, profundo, sincero.
Se agarraron de las manos y se fueron paseando a Sol.
En esa Plaza de Callao por un instante sólo estaba yo llorando ante la intensa, sencilla y romántica escena de cariño.
Detrás de mis gafas negras y mi atuendo “men in black” de exorcista recóndito habita un adolescente cuyas circunstancias no le permitieron vivir la sencillez de la relación desde lo corporal simple y natural.
Lo platónico de mi adolescencia era muy parecido a lo virtual en red de ahora.
Un paseo , sin teléfonos, sin redes, oliendo a colonia, repeinados, maqueados, un sencillo beso y why not, un visto y no visto orgasmo en el Parque del Oeste…sin sextings, sin subir nada al tik tok, al instagram o al face.
Una simple tarde de otoño con la mujer o el hombre de tus sueños.
Sin agujas, sin químicas añadidas,…sólo el deseo de la bioquímica natural.
Por la noche el exorcista pre luna llena pagaría la osadía del favor con su múltiples formas de transmutar los diversos deja vus.
Pero, al menos, mereció la pena sentir que lo sencillo todavía existe y que mi corazón late como el de un adolescente.
©Alf Gauna 2022