Conducir.
“Manejar”.
Viajar
a la libertad.
La dulce nada
de lo que acontece.
Un presente continuo
donde la mente
se diluye
y el alma
respira el aroma
de la trayectoria.
Curva tras curva
el amor a la vida
se retuerce
en una melodía
de pasión
incomprendida.
No hay paisaje,
sólo movimiento.
No hay nada detrás, no hay pasado
No hay nada delante, no hay futuro.
Sólo el propio camino sucede.
No huyes, no llegas,
sólo el run run
que vibra al son
del corazón
de la línea
que traza
la carretera
de la vida.
Las lágrimas brotan,
lagrimas corporales
que respiran
el aroma húmedo
de una soledad
absurda en un
todo plagado
de ausencias mentales.
Bucles y
más bucles
de copilotos
que intentan comprender
el amor,
en vez,
de bailarlo,
de interpretarlo,
de acariciarlo,
de besar
los sabores
de un vello
erizado por los deseos,
inhalar los aromas de una piel
seca ávida de lametones de pasión.
Conduciendo sin destino,
amando la vida
como camino
de seducción kósmica…
Un eterno vals
de
no ir
y
de
no volver.
© Alf Gauna, 2019