En 1900 la Vía Láctea era todo nuestro universo.
La Tierra estaba habitada con poco más de 1.500 millones de Homo Sapiens in Transitus y nacía el único arte de 9 centros que existe, el cine.
En estos 121 años todo se ha calentado de forma abrupta en ésta nueva Tierra que ahora llamamos Gaia al fuego lento del co2 de casi 8.000 millones de seres in transitus a la morgue kósmica. Hablamos de Multiversos, de Raves y de Pandemias destructoras de la normalidad de ir al cine a comer palomitas, abandonándonos a un ocio audiovisual online a la carta del Big Data y la IA donde los escenarios naturales son degollados por el virtual verde del croma.
Este calentamiento, a pesar de todas las peleas de los estrategas conspiranóicos terrícolas o gaiácolas, no es culpa de nadie. Sí, sólo es culpa de Díos, algo muy a mi pesar emocional pues esa realidad kósmica me impide echar la culpa a tantos gilipollas con lo que esta especie cuenta.
La grasa, la obesidad, las lágrimas son otro instrumento divino para ejecutar y transmutar su paranoico plan evolutivo. Algo que a tantos culpabiliza y que a tantos otros obsesiona in a eco&friendly&healthy&optimistic way.
Díos a través de Darwin nos dio bien por culo con su selección de la especie y , eso de los más aptos ocuparan el trono divino de la superviviencia.
Díos a través de sus clérigos, de cualquier confesión, y sus mandatos morales, nos han tocado los ovarios u pelotas, según opción genital, con aquello de “sólo con el sudor de tu frente” y tu docilidad social podrás acceder a tu prosperidad. Además , por le mismo precio, te regalamos el sueño prometeico de un superpremio celestial cuando la espiches.
Sí, lo sé , todos estos años de ateísmo racional para acabar aceptando con el rabo entre las piernas, mi humilde derrota ante el plan divino.
Sí, me uno a todas las beatas de mi capilla de Lourdes de la calle Fortuny para rezar con fervor y madurez, en pos del milagro de la salud y de la prosperidad.

Mientras escribo y rezo…..
“Aznavour canta al fondo la Bohéme….esa época donde el hambre se vencía con el amor de nuestros cuerpos desnudos…”

En esta época confusa que transitamos just now mucha gente se planta ante su vacío existencial y se pregunta por su propósito.
Parece como si un plan divino se encarnará en nosotros y nos encomendara una tarea específica a nuestra forma biológica, a nuestro sistema cuerpo-mente.
Surge un cambio de perspectiva. De buscar a díos fuera pasamos a mirar dentro de nosotros e intentar identificarlo en nuestro adn y su mecánica superficial.
Díos juega con nuestra vanidad, con el ego junguiano o freudiano, cambiando sexo, el estratégico imperativo genético, por propósito evolutivo individual.
Al final, todos son patrañas mentales para intentar gestionar paradigmaticamente la indomable, inefable y ubicua esencia kósmica del cambio.
La lucha por dar sentido a la flecha emergente de la evolución fotografiando instantes muertos y soñar con la emergencia que un ente futuro que pueda montar los frames de la pelí de una personalidad, probablemente con esquizofrenia divina.
Los egos hablan mucho de la cruz de encarnación, trampa divina para hacernos sentirnos especiales en busca de una individuación con propósito.

Poco o casi nada se habla de la Cruz de la Vida.
Casi es mejor que volvamos a 1900 y asumamos que somos seres galácticos iluminados por nuestro sistema solar en este entorno de sombras terrestres.
No queda otra que aceptar con humildad que nuestro propósito solar y terrestre, variable dependiente, definido en nuestra cruz de encarnación, se ejecuta en la cruz galáctica de los nodos de la vida, variable independiente.

El cine nació como arquetipo esencial de nuestra encarnación de 9 centros, la grabación de fotogramas de vida con la cámara de nuestro cuerpo en el croma verde de los nodos lunares galácticos.
Ya vendrá, mañaaaana, la galaxia de Andromeda a montar la peli resultante y ver si le gusta y si no, vuele a la galaxia del Triángulo M33 en busca del arca perdida de su espíritu físico…
©Alf Gauna, 2021