La visión estratégica con su aplicación tecnológica nos aleja de la comprensión kosmológica del tiempo y en consecuencia nos aleja de una filosofía de vida receptiva, marca del futuro.
Evidentemente me expreso desde mi sentir como ser receptivo.
A lo largo de la historia contemporánea de la filosofía y de la ciencia la concepción del tiempo ha ido evolucionando.
Einstein nos abrió los ojos al plantear la evidencia de que el tiempo no es único, nuestro cuerpo, la masa, ralentiza el tiempo, mi tiempo no es el tuyo.
Ese gemelo que vive en la montaña es un pelín más viejo que su hermano que se decidió irse a vivir al mar. El tiempo pasa más rápido en la montaña que al sol de la playa.
El tiempo poco a poco va perdiendo su significado intuitivo, y lo primero que pierde es su unicidad.
Parecería que el tiempo sólo existe si hay calor, allí donde la entropía crece hay el sueño de una dirección temporal pero solo es un constructo mental, debido a nuestra limitación de ver las cosas de manera desenfocada.
Hemos perdido la dirección del tiempo.
Si hacemos el camino de Santiago nuestro caminar como peregrinos hace que nuestro tiempo discurra más lento con respecto al del paisano que nos mira con escepticismo allí por donde pasamos. La velocidad ralentiza el tiempo.
Siempre estamos en movimiento con lo cual no se puede hablar de presente, el presente muere, es una burbuja alrededor de nosotros. Poco a poco nuestra esencia experimenta que el ahora no significa nada.
Ese presente único que la filosofía oriental nos ha vendido es realmente otro producto más del “estraperlo” de la autoayuda.
Sí, el presente no tiene sentido.
Si avanzamos e introducimos el sueño cuántico vemos que el tiempo universal que se ha desintegrado en infinitos tiempos propios se difumina aún más en una granularidad, en una indeterminación y que de alguna manera sólo adquiere significado en su aspecto relacional.
Al final es el ritmo de nuestra esencia el que define nuestra frecuencia. Los relojes no miden el tiempo, comparan frecuencias.
El universo no esta hecho de cosas, es una infinita sinfonía de eventos relacionales atemporales, sincrónicos o asincrónicos sí, sincronía tiene un matiz de tiempo, usemos mejor el mágico término de serendípia.
Es por eso que la filosofía de vida que emerge de forma física de la evolución de la concepción del tiempo del universo deja de ser la estratégica de causa-efecto y muta a la visión receptiva relacional, comparar nuestros relojes internos en un baile de diapasones de quarks que resuenan o no entre si, en un eterno vals de serendipias mutantes emergentes.
©Alf Gauna, 2019