Estoy.
Presencia.
Observo mi cuerpo
en la soledad de mi cueva.
No hay emociones.
Es un simple estar.
Reconocer.
La música del piano
presiona las teclas
de mi bioquímica.
Los dedos del universo
en forma de adn
hacen bailar y mutar
las sensaciones de mi cuerpo.
Vibro en una frecuencia tenue.
Es mentira que las frecuencias
“Shiddicas” sean elevadas.
Es una frecuencia basal
de espera kósmica.
Sin el sueño del otro,
no hay resonancia,
no hay experiencia,
no hay picos,
no hay valles.
Soy en espera.
Un No-Dos, no-objetivo, no-subjetivo.
Un arcoíris de colores
atraviesa
el prisma de la nada
refractando-se
en una clara luz blanca.
Un blanco sobre negro.
Allí donde muere el plural.
Allí donde muere el singular.
Allí donde muere lo interno.
Allí donde muere lo externo.
Allí donde Ser no importa a nadie.
Allí donde las
palabras mueren,
la poesía acaba
y el cuerpo,
al fin,
resucita.
©Alf Gauna, 2020