La belleza de la tragedia

Soy un pesimista kosmológico.

No, no es nihilismo.

No, tampoco es huir de la felicidad psicodélica “huxleyiana”. El “soma” de la realidad.

No, nada que ver con el vacío pleno de lo Zen.

Es un realismo fantástico.

La aceptación que tanto el determinismo como el libre albedrío son “milongas” del condicionamiento supuestamente científico de la genética o de un añorado futuro “régimen de tercer grado” del alma.

Es la humildad que nace de la apercepción cognitiva de una dependencia óntica de lo físico.

Un proceso que nace con la angustia del dasein. Esa “noche oscura del alma” donde despiertas al sueño biológico de “ser en el mundo”.

Allí donde la física muta temporalmente a la química de la relación y a la biología “neoxcortiana” de la experiencia “gáyica”

La aceptación mítica del viaje del héroe.

La belleza de la tragedia griega de los prototipos protoconscientes físicos emergiendo a través de una representación arquetipal en el sueño psicológico pseudoconsciente de lo biológico.

Ese “Camino de Swann” proustiano en busca de un tiempo perdido que se funde en la eterna realidad de lo físico.

En fín, el éxtasis de sentir en tu corazón el honor kósmico como una eyaculación yin infinita de ténues lagrimas de pasión existencial.

© Alf Gauna, 2021

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