Estoy
enamorado
hasta
las
trancas
pero
no
puedo
comunicarlo.
Por eso
lo
transmito
al espacio
sideral.
Una Voyager
emocional
en busca
de un ET
extragaláctico
que resuene
y la comunicación
se establezca.
Aquí,
en la Gaia
Láctea,
las heridas
velan
la aceptación.
Ensombrecen
la resonacia
con falsas
disonancias
transgeneracionales.
Un eterno
vals
de divagaciones
que alienan
la mente
y soslayan
el cuerpo.
Un simple y
rotundo No,
se convierte
en eternos quizás.
En una montaña
rusa de cortisoles
y dopaminas
nuestro yo,
vomita el
superyo
sodomizador
de nuestro
encadenado
ello.
La sombra
a modo de Joker
maldito
baila
en la
escalera
del olvido,
de la procastrinación
y del orgasmo
redentor.
Chopin
lame
el orín
de la
Sand
cómo vitamina
catalizadora
de vida,
amor
y muerte.
El noctambulo
nocturno
acaricia
el oscuro
arcoiris
de la cara
oculta
de la Luna.
El niño
jesús
espera
ansioso
la llegada
de esos magos
de oriente
que con el
polvo
de su mágica estrella
despierte,
a modo de campanilla
kósmica,
la liberadora
epigenética
asesina
de trasnochadas
y caducas
genéticas
Mutación
de un nuevo ahora
en nuevo
mañana.
A lo lejos,
perdido
en el bosque
del olvido,
el lobo
aúlla
como centauro
a medio camino
entre lo humano
y lo mamífero.
Erón
espera
en un fluido
Oberón.
Sin sonido
la espera
gira
y gira
ensagrentada
por las rozaduras
de los grilletes
del adn.
Inocente
el amor
se pregunta
quién soy
sin ti,
sin espacio,
sin tiempo.
Rueda
la noria.
Rueda
la noria.
Rueda
sin más.
Rueda,
rueda
…
rueda.
©Alf Gauna, 2023